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«Tesoros de la Fe» Nº 13 > Tema “Las mil devociones a la Santísima Virgen en el Perú”

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La Virgen del Socorro de Huanchaco

 

Imagen Real de Nuestra Señora Candelaria del Socorro sosteniendo con una mano al Príncipe de la Paz, y con la otra, una candela encendida. Con porte majestuoso que atrae al peregrino, esta encantadora Virgen y Reina parece atender complacida las pláticas de su Divino Hijo. Cada cinco años, durante los célebres «huanchaquitos», visita Trujillo y es desde hace más de cuatro siglos y medio el incomparable socorro de sus hijos.

 

Debemos a Fray Alonso de Escarcena, misionero franciscano de la conquista, la iniciativa de traer a nuestro suelo a la imagen de Nuestra Señora del Socorro. El celo apostólico de este gran evangelizador concibió la idea de solicitar al Rey de España, Carlos V, a quien conocía personalmente, el obsequio de una imagen de la Santísima Virgen de la Candelaria, con el fin de atraer a la Fe católica a los pescadores indígenas de la caleta de Huanchaco, que tan obstinadamente se aferraban al culto idolátrico.

Un modelo regio para el escultor

Al tomar conocimiento de tan piadosa demanda de su antiguo confesor, el monarca la atendió con premura, confiando la tarea a un imaginero sevillano. Éste aceptó el encargo, pero requirió del Rey un modelo para caracterizar el rostro de la imagen. Carlos V quedó por unos instantes pensativo, mientras su mirada recayó casualmente sobre su madre: “Aquí tenéis el modelo –le dijo al artista– el bello y dulce rostro de la Reina Juana”.

Meses después la corte real pasó de Valladolid a Sevilla y los soberanos aprovecharon la ocasión para visitar el taller al que habían encomendado la imagen, para apreciarla antes de su partida al Perú. Se encontraron pues con una hermosa Virgen con el Niño Jesús en los brazos, “incomparable, tierna y profundamente maternal”, fiel retrato del modelo regio.

Luego de embalar cuidadosamente la escultura, ésta fue embarcada en un galeón que zarpó del puerto de Cádiz rumbo al Nuevo Mundo. Después de atravesar el istmo de Panamá arribó a Huanchaco, hacia fines del mes de enero de 1537.

Primeros milagros en el Perú

La imagen fue trasportada por los indios en un patache, del navío hacia la costa, en donde Fray Alonso la descubrió ante la mirada atónita de los circunstantes. Fue entonces, que el capitán español, llegado a la playa, con voz temblorosa y lágrimas en los ojos, narró con pormenores la terrible tempestad que la noche anterior estuvo a punto de terminar con sus vidas, si no fuera por la intercesión de la Virgen a quien dieron el apelativo de Candelaria del Socorro, pues al oír sus ruegos devolvió de inmediato la tranquilidad a las aguas.

Sobre un altar improvisado, cuya escena es de esperar que algún día un diestro pintor pueda retratar para memoria de nuestro pueblo, el ardoroso misionero ofició la Santa Misa en presencia de los lugareños. Al finalizar el Santo Sacrificio, el religioso llamó a una india, muda de nacimiento, y luego de hacerle la señal de la cruz sobre la frente, “se le soltó la lengua” a la vista de todos y rezó una Ave María, quedando curada para siempre por la mediación de la Virgen del Socorro.

Este acontecimiento prodigioso causó un saludable impacto en el espíritu de los indígenas, que conmovidos pidieron a su padre espiritual les administrase el Bautismo. Así, cargaron en sus brazos a la imagen y se encaminaron procesionalmente a la ermita de la Cruz de la Conquista, en donde hombres, mujeres y niños fueron bautizados ese mismo día.

Muchas son las gracias que se le atribuyen a la Virgen del Socorro, a cuya protección y amparo se han encomendado fieles de todas las épocas y estratos. Curaciones milagrosas, auxilio ante las calamidades y hasta una resurrección, figuran en las crónicas.

Pero el hecho más notable que ha contribuido para la constancia de su culto es, sin lugar a dudas, la romería que lleva a la Virgen cada cinco años a la ciudad de Trujillo, a la cual salvó en 1674 de la peste bubónica y de una feroz plaga de insectos.

Instituida a instancias del venerable Antonio de Saavedra y Leiva, Deán de la Catedral y Párroco de Huanchaco, esta romería quinquenal es fruto del voto y juramento que el 13 de diciembre de 1681 prestó el Cabildo eclesiástico y el Ayuntamiento de Trujillo.

Una tradición que aún perdura

Tal romería, popularmente conocida como “huanchaquito” y que suscita aún hoy la piedad de gran concurrencia de fieles, es un nítido ejemplo de aquello que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira –escribiendo en cierta ocasión sobre el Perú– denominó la “continuidad de las tradiciones a través de las circunstancias siempre nuevas de los siglos”. Durante esta peregrinación mariana, que se inicia el 24 de noviembre, la imagen de la Virgen del Socorro es conducida a pie, de ida y de vuelta, a lo largo de los 14 kilómetros que separan a Huanchaco de Trujillo, durante seis días con sus respectivas pascanas o estaciones, sentada encantadoramente dentro de una litera de viaje barroca, y escoltada por las imágenes de San Miguel Arcángel y del glorioso Patriarca San José. “Al aproximarse a la ciudad –comenta el Padre Vargas Ugarte– ésta parece conmoverse y los fieles se apresuran a salir a su encuentro, y los primeros en avistarla se disputan el honor de cargar sus andas”. El cortejo se dirige entonces a la Iglesia de Santa Clara, en donde las religiosas del Monasterio cambian su traje de viaje por uno más suntuoso con el que es llevada en hombros a la Catedral para un solemne novenario, que culmina el 8 de diciembre, Fiesta de la Inmaculada Concepción. Luego de recorrer diversas iglesias de la urbe en donde recibe sendos homenajes, inicia su viaje de retorno a Huanchaco, a donde llega finalmente para la Misa de Navidad.

El templo parroquial de Huanchaco con el mar al fondo. En el recuadro: detalle de la pintura del Deán Saavedra, que se conserva en su interior.

La histórica y milagrosa Imagen Real de Nuestra Señora Candelaria del Socorro de Huanchaco, recibió el privilegio de su coronación canónica el día 8 de diciembre de 1971 en una ceremonia memorable en la Plaza de Armas de Trujillo.

La iglesia parroquial de Huanchaco ha sufrido a lo largo de los siglos diversas modificaciones a consecuencia de los embates de la naturaleza y por la acción, unas veces favorable y otras no, de los hombres. Se encuentra ubicada sobre un morro desde el cual se puede observar el mar y que ha servido de faro para los navegantes de todos los tiempos. En su interior se guardan los restos del Siervo de Dios, el venerable Deán Saavedra, quien le profesó en vida una singular devoción a la Virgen del Socorro e instituyó su tres veces centenaria romería, como hemos visto.

Durante la temporada de verano, los peregrinos pueden constatar un hermoso fenómeno, poco antes de la hora en que el sol se pone: ver los rayos de la inmensa bola de oro penetrar por las anchurosas puertas del templo e inundar el ambiente de una luz dorada, produciendo un efecto maravilloso e inolvidable.

Que la Virgen Santísima, que tantas pruebas de amor ha dado por Trujillo y el Perú, alumbre con sus luces nuestras inteligencias y con su socorro nos reconduzca por las sendas benditas de la civilización cristiana.     

Obras consultadas.-

1. P. Rufino E. Benítez Vargas, La Virgen de Carlos V, Universidad Nacional de Trujillo, 1992.
2. P. Rubén Vargas Ugarte  S. J., Historia del Culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más celebrados, 3a edición, Madrid, 1956, t. II.



  




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San Francisco Caracciolo, Confesor

+1608 Agnone (Italia). De noble familia napolitana, fundador de la Congregación de los Clérigos Regulares Menores. Tenía el don de profecía, siendo favorecido con éxtasis.

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Santa Clotilde, Viuda.

+545, d.C. Tours (Francia). Siendo esposa de Clovis, Rey de los Francos, sus oraciones y ejemplos lo llevaron a la conversión, la misma que fue esencial después para constituir la Francia católica, una de las grandes glorias de la Edad Media. Viuda, presenció con dolor el asesinato de sus nietos por los propios padres (hijos de la Santa) para impedirlos reinar. Se retiró entonces hacia Tours, donde se entregó a la oración y penitencia por la conversión de los mismos.

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