Francisco I: Nos encontramos a mitad del mes de María, que tradicionalmente llama al pueblo cristiano a multiplicar sus gestos cotidianos de veneración e imitación de la Madre de Dios. Busquemos rezar el rosario cada día, ofreciendo a Dios ese mínimo de tiempo que le debemos.1 Benedicto XVI: El santo rosario no es una práctica piadosa del pasado, como oración de otros tiempos en los que se podría pensar con nostalgia. Al contrario, el rosario está experimentando una nueva primavera.2 Juan Pablo II: El rosario, lentamente recitado y meditado en familia, en la comunidad, personalmente, os hará penetrar poco a poco en los sentimientos de Cristo y de su Madre, evocando todos los acontecimientos que son la clave de nuestra salvación.3 Paulo VI: No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del rosario, la oración tan querida a la Virgen y tan recomendada por los Sumos Pontífices, por medio de la cual los fieles pueden cumplir de la manera más suave y eficaz el mandato del Divino Maestro: “Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán” (Mt 7, 7).4 Juan XXIII: El rosario, como ejercicio de devoción cristiana entre los fieles del rito latino (…) tiene su lugar, para los eclesiásticos, después de la santa misa y del breviario, y, para los seglares, después de la participación en los sacramentos.5 Pío XII: Será vano el esfuerzo de remediar la situación decadente de la sociedad civil si la familia, principio y base de toda sociedad humana, no se ajusta diligentemente a la ley del Evangelio. Y Nos afirmamos que, para el cabal desempeño de ese arduo deber, es altamente conveniente la costumbre de rezar el rosario en familia. (…) De nuevo, pues, y categóricamente, no hesitamos en afirmar públicamente que depositamos una gran esperanza en el rosario de la Santísima Virgen como remedio para los males de nuestro tiempo.6 Pío XI: El rosario es arma poderosísima para ahuyentar a los demonios, para conservar íntegra la vida, para adquirir más fácilmente la virtud, en una palabra, para la consecución de la verdadera paz entre los hombres. (…) Además, el santo rosario no solamente sirve mucho para vencer a los enemigos de Dios y de la religión, sino también es un estímulo y un acicate para la práctica de las virtudes evangélicas que insinúa y cultiva en nuestras almas.7
1. Audiencia General, 15 de mayo de 2019.
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