Página Mariana ¿Cómo rezar bien el rosario en honor a la Virgen María?

Una autoridad indiscutida en la materia, nos señala cuáles son los defectos más comunes que los fieles cometen al rezar el Santo Rosario, y nos revela los secretos para hacerlo con verdadera devoción y obtener el mayor fruto posible.

San Luis María Grignion de Montfort

El fervor de nuestra plegaria, y no precisamente su duración, es lo que agrada a Dios y le gana el corazón. Una sola avemaría bien dicha es más meritoria que ciento cincuenta mal dichas. Casi todos los católicos rezan el rosario, o al menos una tercera parte del mismo, o algunas decenas de avemarías.

¿Por qué entonces hay tan pocos que se enmiendan de sus pecados y adelanten de veras en la virtud? ¡Porque no rezan como se debe!

Veamos, pues, cómo se debe rezar el rosario para agradar a Dios y hacernos santos. Quien reza el rosario debe hallarse en estado de gracia o estar, al menos, resuelto a salir del pecado.

Aconsejamos el rosario a todo el mundo: a los justos a fin de que perseveren y crezcan en gracia de Dios; a los pecadores, para que salgan de sus pecados.

Para rezar bien no basta expresar nuestra súplica con la más hermosa de las oraciones que es el rosario. Es preciso hacerlo también con gran atención. Porque Dios oye más la oración del corazón que la de los labios. Orar a Dios con distracciones voluntarias sería una gran irreverencia, capaz de hacer infructuosos nuestros rosarios y llenarnos de pecados. ¿Cómo pretender que Dios nos escuche, cuando no nos oímos a nosotros mismos? Si, mientras suplicamos a tan augusta Majestad, nos distraemos voluntariamente corriendo tras una mariposa, esto equivale a alejar de uno la bendición del Señor y arriesgarse a recibir más bien la maldición lanzada por Él contra quienes realizan la obra de Dios con negligencia: “¡Maldito quien haga con desgana la tarea que encargó el Señor!” (Jer 48, 10).

Para recitar bien el rosario, después de invocar al Espíritu Santo, ponte un momento en la presencia de Dios y ofrece las decenas como te enseñaré más adelante.

Antes de empezar cada decena, detente un momento —más o menos prolongado, según el tiempo de que dispongas— para considerar el misterio que vas a celebrar en dicha decena. Y pide, por ese misterio y por la intercesión de la Santísima Virgen, una de las virtudes que más sobresalgan en él o que más necesites.

Pon atención particular en evitar los defectos más comunes que cometen quienes rezan el rosario:

El primero es el no formular ninguna intención antes de comenzarlo. De modo que, si les preguntas por qué rezan, no saben qué responder. Ten, pues, siempre en vista una gracia a pedir, una virtud que imitar o un pecado a evitar.

El segundo defecto en que se cae ordinariamente al rezar el rosario es no tener otra intención que la de acabarlo pronto. Esto proviene de considerar el rosario como algo oneroso y tremendamente pesado hasta haberlo terminado, sobre todo si te has obligado a rezarlo en conciencia o te lo han impuesto como penitencia o como a pesar tuyo.

Da compasión ver cómo recita el rosario la mayoría de las gentes: con precipitación increíble, comiéndose las palabras. No osarías saludar así al último de los hombres. ¿Crees, acaso, que Jesús y María se sentirán con ello muy honrados?

A causa de la mala costumbre que tienes de rezar precipitadamente, te costará al principio hacer estas pausas. Pero una decena recitada pausadamente será más meritoria que mil rosarios rezados a la carrera, sin reflexionar ni hacer las pausas.

Rezar el rosario con modestia

Permíteme añadir que hay que rezar el rosario con modestia, es decir —en la medida de lo posible—, de rodillas, con las manos juntas y el rosario entre ellas. Sin embargo, en caso de enfermedad, puedes rezarlo en la cama. De viaje, puedes rezarlo andando. Si la enfermedad te impide arrodillarte, puedes rezarlo sentado o de pie. Puedes rezarlo también mientras trabajas, cuando no sea posible dejar el trabajo, para satisfacer los deberes de la profesión, dado que el trabajo manual no siempre obstaculiza la oración vocal.

Ciertamente que nuestra alma, por sus limitaciones, cuando está atenta al trabajo de las manos, lo está menos a las operaciones del espíritu, tales como la oración. Sin embargo, en caso de necesidad, una oración así tiene también su valor ante la Santísima Virgen, que recompensa más la buena voluntad que la acción exterior.

Te aconsejo dividir el rosario en tres partes y recitarlo en tres momentos diferentes del día. Es preferible esto a rezarlo todo de una vez. Si no te alcanza el tiempo para rezar el rosario seguido, recita una decena aquí y otra allá. Así habrás rezado tu rosario completo antes de irte a acostar, a pesar de tus obligaciones y negocios.

San Pío V contempla desde Roma la victoria alcanzada por las tropas cristianas en Lepanto – Pintura al fresco, Convento de Santa Sabina

Rezar el rosario en común

De cuantos modos hay de rezar el rosario, el más glorioso para Dios, saludable para el alma y terrible para el demonio es el de salmodiarlo o rezarlo públicamente a dos coros.

Dios se complace en las asambleas. Todos los ángeles y santos congregados en el cielo le alaban incesantemente. Los justos de la tierra, reunidos en varias comunidades, le ruegan colectivamente día y noche. Nuestro Señor aconsejó expresamente esta práctica a sus apóstoles y discípulos, prometiéndoles que cuantas veces se reunieran dos o tres en su nombre, Él se encontraría en medio de ellos (Mt 18, 19). ¡Qué dicha estar en compañía de Jesucristo! ¡Y para eso bastaba con reunirse a rezar el rosario! Esta es la razón por la cual los primeros cristianos se reunían tan a menudo para rezar juntos, a pesar de las persecuciones de los emperadores, que les prohibían congregarse. Preferían exponerse a la muerte antes de faltar a sus asambleas, en las que tenían la certeza de que Jesús les hacía compañía.

La oración en común es más saludable al alma porque el espíritu está ordinariamente más atento durante la oración pública que durante la privada. Cuando se reza en común, la oración de cada persona se convierte en la de toda la asamblea y todas juntas forman una sola oración. De suerte que si algún particular no reza tan bien, otro que lo hace mejor suple su falta. El fuerte sostiene al débil, el fervoroso enardece al tibio, el rico enriquece al pobre, el malo pasa entre los buenos. ¿Cómo vender un kilo de cizaña? ¡Basta mezclarlo con cuatro o cinco fanegadas de trigo bueno!

Una persona que reza sola el rosario tiene el mérito de un solo rosario; pero si lo reza con treinta personas, adquiere el mérito de treinta rosarios. Tales son las leyes de la oración pública. ¡Qué ganancia! ¡Qué ventaja!

La oración pública es más eficaz que la particular para apaciguar la ira de Dios y alcanzar su misericordia. La Iglesia —dirigida por el Espíritu Santo— se sirvió de esa forma de oración en los tiempos de flagelos y calamidades públicas.

Por último, el rosario rezado en común es mucho más terrible contra el demonio, pues así se constituye un ejército entero para atacarlo. Algunas veces la antigua serpiente triunfa fácilmente sobre la oración particular, pero si esta se une a la de los demás, solo con dificultad conseguirá sus propósitos. Vis unita fit fortior — La unión hace la fuerza. Los soldados se unen en batallón para derrotar a sus enemigos, los malos se unen con frecuencia para sus desenfrenos, los mismos demonios se unen para perdernos. ¿Por qué no han de reunirse los cristianos para gozar de la compañía de Jesucristo, aplacar la ira divina, alcanzar la gracia y misericordia de Nuestro Señor, vencer y abatir más eficazmente a los demonios?

Rezar el rosario diariamente

En Fátima la Santísima Virgen pidió rezar diariamente el rosario

¡Apártate de los malvados, pueblo de Dios, almas predestinadas! Para escapar de ellos y salvarte —en medio de cuantos se condenan por su impiedad, falta de devoción y ociosidad—, decídete, sin pérdida de tiempo, a rezar con frecuencia el santo rosario, con fe, humildad, confianza y perseverancia.

En primer lugar, si piensas seriamente en el mandato que nos dio Jesucristo de rezar siempre y reflexionas con su ejemplo, con la urgente necesidad que tenemos de la oración a causa de nuestras tinieblas, ignorancia y debilidad y de la multitud de nuestros enemigos que nos persiguen, no debes contentarte con rezar el rosario una vez al año, ni una vez por semana, hay que recitarlo sin falta todos los días, aunque no tengas otra obligación que la de salvarte.

“Es necesario orar siempre, sin desfallecer” (Lc. 18, 1). Estas son palabras eternas de Jesucristo, que es preciso creer y practicar si no quieres condenarte. Explícalas como quieras, con tal que no las expliquéis a la moda, a fin de no practicarlas a la moda. Jesucristo nos dio su verdadera explicación en los ejemplos que nos dejó: “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13, 15). “Pasó la noche orando a Dios” (Lc 6, 12). Como si no le bastara el día, dedicaba también la noche a la oración.

Repetía con frecuencia a sus apóstoles estas palabras: “Velad y orad” (Mt 26, 41). La carne es débil, la tentación próxima y continua. Si no rezas siempre, caerás. Los apóstoles creyeron que Nuestro Señor solo les dada un consejo, interpretaron sus palabras a la moda y por eso cayeron en la tentación y en el pecado, aun estando en compañía de Jesucristo.

Rezar el rosario con fe

En segundo lugar hay que rezar el rosario con fe, conforme a las palabras de Jesucristo: “Todo cuanto pidáis en la oración, creed que os lo han concedido y lo obtendréis” (Mc 11, 24): Cree que recibirás de Dios cuanto le pidas, y Él te escuchará y te responderá: “Que te suceda según has creído” (Mt 8, 13). Si alguno necesita de sabiduría, que la pida a Dios con fe, sin dudar, rezando el rosario, y le será concedida.

Rezar el rosario con humildad

En tercer lugar hay que rezar con humildad, como el publicano, que estaba con las dos rodillas en tierra, y no con una rodilla al aire o sobre un banco, como hacen los mundanos. Se quedó a la entrada, sin atreverse a llegar al pie del santuario, como el fariseo. Tenía los ojos clavados en el suelo, sin atreverse a mirar al cielo. Sin levantar la cabeza, mirando aquí y allá, como el fariseo. Golpeaba su pecho confesándose pecador e implorando perdón: “Ten compasión de este pecador” (Lc 18, 13). Y no como el fariseo, que en sus oraciones se vanagloriaba de sus buenas obras, despreciando a los demás. Cuídate de la orgullosa oración del fariseo, que volvió a su casa más endurecido y maldito. Imita, más bien, la humildad del publicano en su oración, que le obtuvo el perdón de sus pecados.

No vayas en busca de lo extraordinario y pedir o siquiera desear conocimientos excepcionales, visiones, revelaciones y gracias extraordinarias que Dios comunica a veces a algunos santos durante el rezo del rosario. La fe sola es suficiente en la actualidad, puesto que el Evangelio y todas las devociones y prácticas de piedad se hallan suficientemente establecidas.

No omitas nunca la menor parte del rosario en las sequedades, desalientos y decaimientos interiores. Sería señal de orgullo e infidelidad. Como valiente campeón de Jesús y de María, recita el padrenuestro y el avemaría en medio de la aridez, aunque sin ver, sentir ni gustar, esforzándote cuando puedas para contemplar los misterios.

Rezar el rosario con confianza

En cuarto lugar, reza con total confianza. Con una confianza fundada en la bondad y generosidad infinitas de Dios y en las promesas de Jesucristo. Dios es fuente de agua viva que corre incesantemente en el corazón de los que oran. La oración es el canal de la gracia de Dios. Si no acudes a Él con la plegaria —como deben hacerlo todos los hijos de Dios—, Jesucristo se queja amorosamente: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá” (Jn 16, 24; Mt 7, 7). Y para animarnos a pedirle con mayor confianza, empeña su palabra de que el Eterno Padre nos concederá cuanto le pidamos en su nombre.

La perseverancia en la oración

A la confianza debes unir, en quinto lugar, la perseverancia en la oración. Solo quien persevera en pedir, buscar y llamar, recibirá, encontrará y entrará. No basta pedir a Dios una gracia durante un mes, un año, diez o veinte; no debes cansarte, es preciso pedir hasta la muerte y estar resuelto a obtener lo que se pide para la salvación o a morir. Más aun, es preciso unir a la muerte la perseverancia en la oración y la confianza en Dios y decir: “Aunque el Señor me quitara la vida, en Él esperaré” (Job 13, 15).

La liberalidad de los ricos y grandes de este mundo se muestra en que se anticipan a favorecer a los necesitados, aun antes que se lo pidan. Dios, por el contrario, manifiesta su magnificencia en hacer pedir y buscar por largo tiempo las gracias que nos quiere conceder. Y cuanto más preciosa es la gracia que desea otorgar, más se demora en concederla: a fin de poder aumentarla, para que quien la reciba la aprecie más y luego tenga el cuidado de no perderla, pues no se estima mucho lo que en un momento y con poco esfuerzo se consigue.

Persevera, pues, en pedir a Dios, por medio del santo rosario, todas las gracias espirituales y corporales que necesitas, particularmente la divina Sabiduría, que es un tesoro infinito. Tarde o temprano la obtendrás infaliblemente, con tal que no abandones el rosario ni te desanimes a medio camino.

Porque aún te queda mucho por recorrer, muchas adversidades por atravesar, muchas dificultades por superar, muchos enemigos por vencer, antes de reunir suficientes tesoros para la eternidad. Te faltan muchos padrenuestros y avemarías para alcanzar el paraíso y ganar la hermosísima corona que espera a todo devoto del rosario.

“Para que nadie se lleve tu corona” (Ap. 3, 11). Cuídate que otro más fiel que tú en rezar bien y diariamente el rosario no te arrebate la corona. Esa que constituye tu premio. Dios te la había preparado, era prácticamente tuya, gracias a tus rosarios bien rezados. Pero por haberte detenido en el hermoso camino por el que tan bien avanzabas, otro te pasó y llegó primero. Otro más diligente y fiel adquirió y ganó con sus rosarios y buenas obras lo necesario para comprar esa corona. ¿Quién te ha impedido conquistar la corona? ¡Ah! ¡Los enemigos del santo rosario, que son muchos!

¡Créeme! ¡Solo alcanzarán esa corona los valerosos que la arrebatan por la fuerza! Tales coronas no son para los pusilánimes, que temen las burlas y amenazas del mundo. Ni tampoco para los perezosos y holgazanes, que rezan el rosario con negligencia, a la carrera, por rutina, o a intervalos y según su capricho. Ni para los cobardes, que se descorazonan y deponen las armas tan pronto ven a todo el infierno desencadenado contra el rosario.

Persevera y alcanzarás la corona admirable preparada en el cielo a tu fidelidad: “Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 2, 10).

La encíclica Humanæ Vitæ y la revolución sexual Santa María Francisca de las Cinco Llagas
Santa María Francisca de las Cinco Llagas
La encíclica Humanæ Vitæ y la revolución sexual



Tesoros de la Fe N°214 octubre 2019


El Santo Rosario ¿Cómo rezarlo bien y sin distracciones?
Chambord, un castillo de ensueño Educación de la docilidad Octubre de 2019 – Año XVIII Oración al Señor Crucificado La encíclica Humanæ Vitæ y la revolución sexual ¿Cómo rezar bien el rosario en honor a la Virgen María? Santa María Francisca de las Cinco Llagas Subiaco, la gruta de san Benito



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