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¿Qué pensar de los bailes?
LAS DANZAS Y LOS BAILES son cosas, de suyo, indiferentes, pero, atendiendo a la manera ordinaria de practicarlos, resulta resbaladizo e inclinado hacia el lado del mal, y por consiguiente, puede conllevar daño y peligro. Se baila de noche, y es muy fácil que, en medio de la oscuridad y de las tinieblas, una cosa por sí misma susceptible de mal, resbale en accidentes tenebrosos y viciosos. Se vela mucho, y después se pierde la madrugada del día siguiente, y, por lo mismo, la oportunidad de servir a Dios; en una palabra, siempre es una locura cambiar el día por la noche, la luz por las tinieblas, las buenas obras por las liviandades. Al baile todos llevan, a porfía, vanidad, y la vanidad es una gran disposición para los afectos malos y para los amores peligrosos y vituperables pues todas estas cosas suelen ser fruto de las danzas. Te digo que los mejores bailes nada tienen de buenos… Si, en alguna ocasión debes ir al baile, procura, en tu danza, la mayor decencia… Baila poco y con poca frecuencia, porque, de lo contrario, caerás en el peligro de aficionarte. ¡Ah!, estas recreaciones impertinentes son, a menudo, peligrosas: cuida de que no disipen el espíritu de devoción, debiliten las fuerzas, enfríen la caridad y despierten en el alma mil clases de malos afectos, por lo cual hay que tomar parte en ellas con suma prudencia. Después de los bailes, hay que echar mano de algunas santas consideraciones, que contrarresten las impresiones peligrosas que el placer frívolo puede comunicar a nuestros espíritus. Mas ¿qué consideraciones? 1. Mientras tú estás en el baile, muchas almas arden en el fuego del infierno por los pecados cometidos en la danza y por causa de la danza. 2. Muchos almas devotas, a la misma hora, están en la presencia de Dios, cantan sus alabanzas y contemplan su belleza. ¡Oh, cómo emplean el tiempo mejor que tú! 3. Mientras tú bailas, muchas almas entran en agonía; millones de hombres y mujeres padecen grandes trabajos en la cama, en los hospitales, por la calle. ¡Ah! ellos no tienen un momento de reposo. ¿No les tendrás compasión? ¿No piensas que un día gemirás como ellos, mientras otros bailarán como tú bailas ahora? 4. Nuestro Señor, la Virgen, los ángeles y los santos te han visto en el baile. Han visto que tu corazón se divertía en una tan gran nonada, envuelto en la frivolidad. 5. ¡Ah! mientras estás allí, el tiempo pasa y la muerte se acerca. Mira cómo se burla de ti y te invita a su danza, en la cual los gemidos de tus familiares servirán de violín, y donde sólo darás un paso: de la vida a la muerte. SAN FRANCISCO DE SALES, Introducción a la Vida Devota, Lumen, Buenos Aires, 2002, pp. 246-248.
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