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Consideraciones sobre el Padrenuestro – VI La quinta petición que Santa Teresa de Jesús recomienda para los días viernes: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.* Nuestro Redentor nos libró del poder de Satanás, a quien estábamos sujetos y nos preparó el reino de hijos de Dios, y en Él tenemos redención, es decir, el perdón de nuestros pecados. Todos los males de que podemos ser librados están contenidos en las tres peticiones siguientes. La primera es esta: Perdónanos, Señor, por lo que te debemos, porque Tú eres Dios, Señor universal; y por lo que te debemos por los beneficios, y por nuestras ofensas; y esto, Señor, sea como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, que son nuestros deudores.
Debemos imaginar que siempre que decimos esta oración, la decimos en compañía de Cristo nuestro Señor, el cual está a nuestro lado siempre que oramos, y en su nombre pedimos “Padrenuestro”. Siendo esto así, bien cumplido será el perdón, pues tan cumplido le hizo el mismo Hijo de Dios por los hombres. Pero también se pueden entender en rigor, como las palabras suenan, pidiendo que nos perdone, como nosotros perdonamos. Porque todo hombre que reza, se presume que tiene perdonados de corazón a sus ofensores. Y en la misma manera de pedir, significamos y nos mortificamos a nosotros mismos, como hemos de pedir y como hemos de llegar. Y que si no hemos perdonado nosotros, damos sentencia contra nosotros, que no merecemos perdón. Dijo el Sabio: “¿Cómo es posible que el hombre no perdone a su hermano y pida perdón a Dios?” El que desea vengarse, incurrirá en la venganza de Dios y guardará sus pecados sin remisión. La materia de esta petición es generalísima y abraza infinitas cosas, porque las deudas son sin cuenta, la redención copiosísima y el precio del perdón infinito, que es la muerte y Pasión de Cristo. Debemos traer a la memoria los pecados propios y los de todo el mundo. Así como la gravedad de un pecado mortal, que por ser ofensa contra Dios, no puede ser por otro redimido, ni pagado; la restauración de tantas ofensas, hechas contra tan grande e infinita majestad y bondad. Debemos a Dios amor, temor y suma reverencia, por ser quien es; debémosle las ofensas que en pago de esto le hacemos: pues de todas estas deudas le pedimos que nos saque, cuando le pedimos que nos perdone nuestras deudas. * Biblioteca de Autores Españoles, Escritos de Santa Teresa, M. Rivadeneyra, Madrid, 1861, t. I, pp. 539-540, con ligeras adaptaciones.
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