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«Dios no se encuentra en la agitación» Plinio Corrêa de Oliveira
Es de noche. Se adivina el silencio absoluto que habita en la oscuridad, que esta antigua y ajada fotografía captó. El alma, en una atmósfera como ésta, se siente invitada a la reflexión. Todas las circunstancias, grandes o pequeñas, agradables, fastidiosas o hasta dolorosas de la vida cotidiana desaparecen. A solas consigo mismo, el hombre puede trascender de todo esto, y penetrar en la región interior del recogimiento, de la reflexión y del estudio. Es una felicidad austera y sosegada. En una palabra, es una felicidad verdadera. En nuestra fotografía esta felicidad se siente vivamente. Tres luces están en ella encendidas. La menos importante es la que propiamente merece el nombre de luz: es la de la vela. Su reflejo sobre el libro constituye la segunda nota clara de la imagen. Se tiene la impresión de que el pensamiento contenido en el texto se hace luminoso. Y la luz de la vela y el reflejo en el libro iluminan el rostro, haciendo ver en él la luz más verdadera, que es la del alma atenta y sutil que lee. Analícese este rostro sumergido en la lectura: está sereno, absorto, feliz. Como decíamos, es la felicidad del aislamiento, del recogimiento, la felicidad de pensar… * * * De esta felicidad eran ávidos nuestros mayores. Pero los que la aprecian se van volviendo hoy cada vez más infrecuentes. Crece, por el contrario, el número de los que sólo sienten placer en el ruido, en la agitación, en las sensaciones excitantes.
En algún lugar de América, unos aficionados acaban de conocer la victoria de su campeón. Europeos, africanos, asiáticos, hoy se generaliza entre todos la tendencia de creer que la felicidad es esto… * * * Para los que saben cuál es el placer del recogimiento, está establecido un presupuesto precioso para la santificación. San Bernardo decía: “¡Oh beata soledad, oh sola beatitud!” Pero para los que viven en el bullicio perpetuo, los que no saben ni quieren vivir fuera de él, cuántos ruidos sofocan la voz de la gracia… Non in commotione Dominus (cf. 1 Re. 19, 11 ) — “Dios no se encuentra en la
agitación”.
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