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«Tesoros de la Fe» Nº 110 > Tema “Objeciones más frecuentes”

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Más sobre el matrimonio (II)

PREGUNTA

Estoy separándome de mi esposa. El proceso está en el Poder Judicial, pero ya en la fase final. Me casé con esta mujer solamente por lo civil. Tuvimos hijos fruto de nuestra relación. Nos separamos judicialmente y volvimos a unirnos, y ahora estamos separándonos otra vez.

Hoy estoy viviendo con una nueva compañera, con la cual pretendo casarme. Pregunto al sacerdote: ¿Puedo casarme por la Iglesia, ya que anteriormente me casé sólo por lo civil? ¿Qué debo hacer para poder comulgar en las misas antes de casarme por la Iglesia?

Aguardo respuesta urgente. Gracias.


RESPUESTA

Del punto de vista de las leyes de la Iglesia, el casamiento civil no es verdadero matrimonio para cónyuges católicos, por lo tanto la unión así establecida no es indisoluble. Usted está libre y no tiene impedimentos para casarse en la Iglesia.

No obstante, si usted ya está conviviendo con otra persona, se colocó nuevamente en situación irregular —y pecaminosa— ante la ley moral y las leyes de la Iglesia. Usted debe interrumpir tal convivencia, para poder obtener la absolución en el sacramento de la Confesión y después casarse por lo religioso.

Para caracterizar la interrupción de la convivencia, sería necesario que uno de los dos fuese a hospedarse en otra casa. Lo que será tanto más fácil por cuanto el proceso civil está en fase final, como usted informa, lo que le permitiría regularizar en breve, y al mismo tempo, su situación ante la Iglesia y las leyes civiles. Nada justifica que continúen bajo el mismo techo.

Así, su loable deseo de casarse en la Iglesia se concretaría pronto.

El matrimonio no será estable sin sacrificio

Del punto de vista de las leyes de la Iglesia, el casamiento civil no es verdadero matrimonio para cónyuges católicos


Permítame, sin embargo, darle un consejo del punto de vista espiritual. Si usted consiguió una vez reanudar la convivencia —aunque muy pecaminosa— con la primera mujer, con la cual se unió por el matrimonio civil, esto indica un esfuerzo suyo o de ambos para reestablecer la unión, posiblemente en vista al bien de los hijos. Es una pena que no haya tenido buen resultado, pues en seguida usted podría regularizar su situación ante la Iglesia.

Cabe aquí un examen de conciencia serio de su parte —delante de Dios, que ve hasta lo íntimo de los corazones— para averiguar si eventualmente hubo alguna culpa suya por esa nueva separación. Si hubo, usted debe pedir perdón a Dios por esa eventual culpa y acusarla en confesión.

De cualquier modo es necesario, en vista del matrimonio religioso que usted ahora quiere contraer, compenetrarse que ninguna unión conyugal será duradera sin un verdadero deseo de soportar las dificultades y sufrimientos que toda convivencia acarrea. De aquí a un tiempo usted será tentado por el demonio —el padre de la mentira— a separarse de la nueva mujer. Para tener un espíritu de desapego y sacrificio, es necesario rezar continuamente a Dios y frecuentar los sacramentos de la Santa Iglesia.

Recomiendo especialmente la devoción a la Santísima Virgen, Madre de Misericordia y Auxiliadora de los Cristianos. El rezo del rosario en familia sería una manifestación excelente de esa devoción y una fuente de gracias para mantener la unión del matrimonio.

Con estas disposiciones de alma, usted puede encarar la posibilidad de un matrimonio religioso firme —monogámico e indisoluble. No podrá olvidar, sin embargo, las obligaciones morales que se derivan de la primera unión, sobre todo en relación a las dos criaturas que usted engendró, y por cuyo destino continúa siendo responsable. ¡Ellas no están separadas de su vida!

¡Ningún acto humano es inconsecuente, y por sus consecuencias cada uno responderá ante el Supremo Juez, Jesucristo, el día del Juicio Final!     





  




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Tesoros de la Fe


Nº 255 / Marzo de 2023

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San Gontrán, Rey, Confesor

+592, d.C. +Châlons - Francia. Rey de Borgoña, después de divorciarse y mandar ejecutar a su médico, movido por remirdimientos, abandonó las pompas del mundo. Empleó su fortuna en la construcción de iglesias y monasterios y en la distribución de limosnas, viviendo en la más rigurosa penitencia.








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