El Perú necesita de Fátima Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra, que soy la Señora del Rosario, que continuéis siempre rezando el rosario todos los días.
CampañasTienda VirtualTesoros de la FeDonaciones



«Tesoros de la Fe» Nº 97 > Tema “Objeciones más frecuentes”

La Palabra del Sacerdote  [+]  Versión Imprimible
AbcAbcAbc

Sobre los castigos de Dios y la pena del infierno


PREGUNTA

Monseñor: ya vi algunos comentarios suyos en esta revista católica y sus explicaciones me parecieron muy interesantes, además de ser muy coherentes. Soy católico practicante, no obstante estoy pasando últimamente por una crisis de fe.

No puedo aceptar el dogma del infierno eterno. Si existiera un castigo eterno, como afirman muchos miembros de la Iglesia, Dios no podría ser infinitamente misericordioso. ¿Cómo Dios dejaría que algunos de sus hijos sean castigados por toda la eternidad, con sufrimientos inenarrables, solamente por limitados momentos de errores en sus vidas? Si tenemos que temer a Dios, sería difícil amarlo puramente, con ese miedo al infierno que hace tanto tiempo fue predicado por la Iglesia.

Me consta que ni los miembros de la Iglesia llegaron a un consenso con relación a la eternidad de las penas, ¿no es así? Por lo demás, la palabra eterno en la Biblia derivó del hebreo aion, si no me equivoco, que quiere decir tiempo indeterminado. Por eso pienso, que muchas palabras en la Biblia tienen que ser tomadas en el contexto de la época en que fueron escritas. Espero su amable respuesta y agradezco la atención.



RESPUESTA

La idea que el amable consultante se ha formado de los castigos de Dios en general, y de la condena al infierno en particular, es muy generalizada, por lo que su pregunta nos hace propicia la ocasión para aclararla.

En efecto, mucha gente piensa que los castigos de Dios son una mera cuestión de justicia: “¡si falló, que pague!” Y, en ciertos casos —al arbitrio de un juez implacable— ¡la pena eterna del infierno!

Esta concepción tiene algo de verdadero; no obstante, no ve el problema en la complejidad de sus aspectos, y particularmente no va al fondo de la cuestión.

En Dios, justicia y misericordia se tocan

Dios es, sin duda, un juez implacable, que no deja ningún error sin corrección; pero, al hacerlo, modera su castigo con la misericordia.

Jesucristo dirá: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles. (...) Y en consecuencia, irán éstos para el eterno suplicio, y los justos a la vida eterna."


En su sentencia final, Dios toma en cuenta todos los atenuantes del pecador, como también los agravantes. Todas las buenas obras por él practicadas entran en la balanza, ninguna de ellas deja de ser recompensada con una disminución de la pena. Y, al final, la pena acaba siendo menor que el pecado practicado.

De ese modo, se cumple lo que dice el salmista: “La misericordia y la verdad se encontraron juntas, la justicia y la paz se besaron” (Sal. 84, 11).

El pecado es una violación de la Ley de Dios

En esta justa evaluación del “error” del pecador, conviene dejar claro que el pecado no es un simple error. También es un error, pero en él entra, además, una intención definida del pecador de desobedecer algún punto de la Ley de Dios, expresada en los Diez Mandamientos. Si esa intención no fue perfectamente clara y definida, y hubo apenas un medio consentimiento o una media conciencia de la gravedad de la acción que estaba siendo practicada, eso entra como atenuante del pecado, que, conforme el caso, puede no constituir pecado mortal sino apenas pecado venial.

Así, la sentencia divina para cada hombre es siempre perfectísimamente justa, pero moderada por la misericordia, como fue dicho.

De cualquier modo —pregunta el lector— toda acción humana es limitada en el tiempo: ¿cómo puede ser atribuida a ella una pena eterna? ¿No hay ahí una desproporción de medidas?

Eso nos induce a profundizar la cuestión y analizar la actitud de alma del hombre cuando peca.

El hombre es quien, primero, rompe con Dios

Como dice San Pablo, Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2, 4). Por lo tanto, la voluntad divina es llevar a todos los hombres a la bienaventuranza eterna. Pero puede suceder —y sucede efectivamente— que muchos hombres rompen con Dios en lo íntimo de su corazón, practicando el pecado mortal, también llamado pecado grave. Lo que distingue el pecado mortal del venial es exactamente la existencia o no de esa ruptura con Dios.

La sentencia divina para cada hombre es siempre perfectísimamente justa, pero es moderada por la misericordia

Pero esa ruptura puede no ser definitiva, porque el hombre puede arrepentirse de su pecado, confesarse, recibir la absolución sacramental, y así restablecer sus buenas relaciones con Dios.

Y muchos hombres conducen de ese modo su vida, oscilando entre el pecado y el arrepentimiento, hasta una victoria definitiva sobre el pecado; o, por el contrario, afirmándose cada vez más en su ruptura con Dios por el pecado mortal. Si, a la hora de la muerte, la opción final es por la ruptura, habrá sido el hombre quien, primero, habrá roto con Dios. En ese momento Dios acepta esa torpe decisión, y con repulsión lo aparta definitivamente de su presencia.

El propio pecador se precipita entonces a los abismos infernales, porque quiere estar lo más lejos posible de Dios.

Horror que el hombre malo tiene del hombre virtuoso

Esto hace parte de nuestra experiencia cotidiana. ¿Quién no ha visto cómo el hombre bueno es ridiculizado por los malos? El niño puro es objeto de escarnio de los compañeros impuros; la pareja que observa la castidad conyugal es objeto de burla de los que viven en la impureza; por todas partes, quien observa los mandamientos de la Ley de Dios es tenido como mamotreto, anticuado, medieval…

Un ateo desesperanzado decía, en el lecho de muerte, que quería irse al infierno, porque ése era el lugar donde estaban las mujeres bonitas que había conocido en vida… Una manera muy clara de manifestar la opción por la impudicia. Y, por lo tanto, por el infierno.

Los teólogos tradicionales enseñan que si el mismo Dios se apareciera en el infierno y propusiera a los condenados llevarlos al Cielo, ellos no lo querrían. Pues sus preferencias serían por un “cielo” que fuese como las telenovelas, que presentase actitudes vulgares y torpezas sin fin. El Cielo verdadero —grandioso, magnífico, ceremonioso, casto— les provoca rechazo.

La opción de los réprobos (los condenados al infierno) por el mal llega hasta ese punto, y explica por qué el infierno es eterno. ¡Ellos mismos son los que no quieren ir al Cielo!

“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”

Por lo tanto, en la escena del Juicio Final, descrita por San Mateo (c. 25, 31-46), es legítimo hacer un estudio hermenéutico tomando como base el principio de que las palabras “tienen que ser tomadas en el contexto de la época en que fueron escritas”, como observa el lector. Pero, primordialmente, debe ser tomado en consideración al contexto teológico de la verdad que está siendo analizada. Y ese contexto es el del rechazo primero y definitivo de los réprobos con relación a Dios.

Por eso, Jesucristo les dirá: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles. […] Y en consecuencia, irán éstos para al eterno suplicio, y los justos a la vida eterna” (loc. cit.).     






  




Artículos relacionados

¿Cómo Dios gobierna el mundo?
Madre católica, hijas evangélicas
La audacia de San Luis Grignion de Montfort
¿Cuál es la relación entre fe y razón?
¿Puede un hijo presentar una queja a sus padres?
¿Puede un sacerdote confesar a un no católico?
María y la vida pública de Jesús
El nombre de Jesucristo y la previsión de la muerte de San Pedro
Penitencia, un pedido de la Santísima Virgen en Fátima
¿Existe algún medio lícito para evitar la natalidad?







Informe de sus aportes a la Alianza de Fátima ¿Necesita que alguien rece por usted? Advocaciones marianas en el Perú Suscríbase a nuestro boletín


COVID-19
¿El coronavirus es un castigo divino?
La pandemia y los grandes horizontes de Fátima
Mons. Athanasius Schneider: Nos gloriamos en las tribulaciones
Remedio seguro contra la “coronafobia”
Cardenal Raymond Leo Burke: Mensaje sobre el combate contra el coronavirus



Peregrinando
La Revolución de la Sorbona: París, Mayo de 1968
Después de la Crucifixión, el triunfo de nuestro Redentor
Nuestra Señora de la Buena Guardia
Fiesta de la Purificación de María Santísima
El galeón sumergido: símbolo de la esperanza
Loreto, la nueva Nazaret
El Milagro del Sol
San Nuno de Santa María
En la lucha contra el jefe del orgullo sigamos al Príncipe San Miguel
La sagrada Rosa de la Ciudad de los Reyes
La devoción al Inmaculado Corazón de María
El Jardín de Picpus
La gracia de Fátima actuando en Ucrania
Nuestra Señora de la Cabeza Inclinada
La crucifixión y muerte de Jesucristo
Confianza en María Inmaculada aun cuando todo parezca perdido
En este siglo de confusión, oh Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros
Navidad
Fátima y el comunismo: dos profecías irreconciliables
150 años de la Comuna de París
San Juan Masías
Rosa de Santa María
Iglesia y Estado: ¿unión o separación?
Remedio eficaz contra los males contemporáneos
Las glorias de María
Santo Toribio de Mogrovejo
La Sagrada Túnica de Nuestro Divino Redentor
Santa Bernadette Soubirous
Corrupción en la sociedad: ¿Existe una solución?
Fiesta de gloria y de paz
Intransigencia de los Santos: irreductible fidelidad a su misión
Cristiandad
El ángel de la guarda, nuestro verdadero amigo
La Asunción de María Santísima
¡Vade retro Satanás!
El Santísimo Sacramento de la Eucaristía
La Madonna de Monte Bérico
Remedio seguro contra la “coronafobia”
El Hijo de Dios condenado por el más arbitrario de los procesos
Santa Jacinta de Fátima: Centenario de su fallecimiento (1920-2020)
La actitud católica frente a la muerte y la concepción materialista
¿Cómo rezar bien el rosario en honor a la Virgen María?
Grandezas y glorias de San José
Presencia diabólica en el mundo de hoy
Los rostros de la Virgen en el Perú
La Visita a los Monumentos - Jueves Santo
Un remedio eficaz contra la amnesia religiosa
Santidad: la verdadera gloria de Francisco y Jacinta



 



Tesoros de la Fe


Nº 257 / Mayo de 2023

París, Mayo de 1968
La Revolución de la Sorbona

Barrio Latino de París, en la mañana del 11 de mayo de 1968, después de los violentos disturbios de la víspera



Solicite aquí la visita de la Virgen Peregrina de Fátima




Santoral

8 de junio

San Guillermo de York, Obispo y Confesor

+1154 Inglaterra. Sobrino del rey San Esteban, se tornó desde muy temprano en tesorero de la iglesia de York y después en su arzobispo. Calumniado y apartado del cargo, él fue rehabilitado por la Santa Sede después de siete años de humillaciones. En su tumba se obraron muchos milagros, inclusive tres resurrecciones.



San Medardo, Obispo y Confesor

+558 Francia. Hermano de San Gildardo, Obispo de Ruán, fue electo para la diócesis de Noyón, a la cual Tournai fue unida más tarde.








Ayude a difundir el mensaje de Fátima
Alianza de Fátima | Donaciones | Solicite visita de la Virgen | Tienda Virtual

Campaña promovida por la Asociación Santo Tomás de Aquino
Tomás Ramsey 957, Magdalena del Mar - Lima - Perú
..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... ..... .....